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Hello there!

Hace unas semanas fui invitada a una boda gay que cambió mi forma de pensar y me comprobó que hoy en día no hay nada más hermoso que simplemente decir y hacer las cosas tal cual como las sientes en tu corazón. Ya no es época para prohibiciones y qué bendición para todos vivir esta etapa en la historia del hombre.

Yo siempre he estado a favor de la libertad de expresión cuando se trata del amor… pero confieso que me causaba mucha curiosidad pensar en como manejarían algunos temas de “protocolo tradicional” a los que estamos acostumbrados; tonterías como: ¿quién va a esperar a quién en el altar?, ¿quién va a entrar de la mano de su padre o madre?, ¿cómo se van a vestir?, ¿con qué religión van a llevar a cabo la ceremonia?

Pues ellos rompieron con todo protocolo y nos enseñaron a todos los presentes -una vez más- que en el amor no hay reglas. 

Les voy a numerar 5 puntos que definitivamente marcaron la diferencia, y que podemos utilizar como ideas en la planeación de nuestra boda (para tod@s las que andan con ganas de casarse pronto):

1. Que los novios caminen juntos hacia el altar. Cuando inicia la ceremonia, la pareja aparece en la puerta de la iglesia y así juntos caminan hacia el altar, de la mano, desde el principio, sin necesidad de estar acompañados por nadie más que tu propia pareja.

Desde este momento, todos entendimos que estábamos por presenciar una ceremonia muy diferente. Ambos tomados de la mano caminaron los mimos pasos para llegar juntos al altar: algo completamente inusual que dio mucha fuerza y significado a este momento tan especial.

2. Guardar silencio antes de comenzar. Antes de iniciar la ceremonia, enfocar la energía de todos los invitados en un mismo lugar: «amor puro = luz blanca abundante»

Yo no sé como vivieron este momento el resto de los invitados, pero para mí fue lo que cambió oficialmente la energía de la ceremonia. Apagar los celulares y tomar un momento de paz, en el cual todas tus percepciones se afilan y escuchas los sonidos ambientales como si estuvieras dentro de una película. Esta práctica sencilla definitivamente provocó una conexión con Dios y la inmensurable grandeza del universo. Cuando se acabó ese minuto (que se me hizo eterno), todos estábamos dispuestos a vivir el momento 100% entregados al amor. 

Centralizar la energía de todos los que te acompañan en un momento tan importante es fundamental, porque el poder que se genera se queda contigo para siempre.

3. No limitarse a una sola tradición religiosa. No veo por qué haya que basar toda la ceremonia siguiendo los lineamientos de una sola filosofía religiosa, cuando se puede utilizar todo lo que has aprendido y te ha convertido en una mejor persona.

Naturalmente que tocar el tema de la religión siempre es delicado, pero hablando desde mi perspectiva, esta boda me hizo re-confirmar que no hay necesidad de hacer las cosas como nos las han inculcado toda la vida. La libertad de pensamiento y expresión son fundamentales para la felicidad plena. Utilizar lo que tu religión te ha enseñado a lo largo de tu vida es tan válido como incorporar otros rituales, enseñanzas de grandes filósofos, científicos o poetas, y conectar con todo aquél que pudo ver con mayor sabiduría lo que todos tenemos enfrente y muchas veces no podemos ver.

4. Meditar y ponerlo en papel. Dedicar tiempo para reflexionar todo lo que tu pareja representa para ti, y desde ese lugar puro y sin miedos, escribir una carta, tan larga como sea necesaria, para leer en voz alta frente al altar; sin filtro, para que tu pareja y todos los presentes escuchen los sentimientos que viven en ti.

Este ejercicio me pareció súper genuino, porque ambos le dieron valor a tomarse el tiempo para expresar las más bellas palabras de entrega, lealtad, amor, y compromiso hacia el futuro. La costumbre de repetir frases después del sacerdote o juez no está mal, pero me gustó mucho más que todo lo que se profesaron fue dicho desde el corazón, con vocabulario propio, honesto y humano, tan simple y complicado como el amor mismo, sin miedo a darlo todo.

5. Concluir e incluir. Por último, después del muy necesario beso, finalizar la ceremonia incorporando a los invitados nuevamente para que participen, invitándolos (de dos en dos) a que se dirijan al altar, para que los recién casados reciban en completo silencio a sus amigos y compartan un momento de comunicación sin palabras mirándose a los ojos.

Con este ritual culminó la ceremonia, logrando que todos tuviéramos la oportunidad de decirle a nuestros queridos amigos cuánto los queríamos. Los deseos más bellos siempre se dicen sin palabras. Fue tan emocionante que recomiendo vivir esta experiencia al 100%.

Ojalá que te hayan gustado los tips y que tanto ustedes como yo los consideremos cuando estemos listos para dar un paso tan importante en nuestra vida. 

Me despido con unas fotos que tomé del lugar donde fue la boda, el hermoso Castello di Procopio en la ciudad de Perugia, Italia (http://www.santaeurasia.it).

Muchas gracias a G&G por hacernos a todos los presentes recordar ese momento para siempre.